Tiempos modernos fue la
última película en la que Charles Chaplin encarnó el personaje de Charlot que
había creado en 1914, el cual le había reportado la fama. Cuando se estrenó, el
cine sonoro ya contaba cerca de un decenio de antigüedad. Chaplin pensó en
hacer una película hablada e incluso preparó el guión, pero finalmente
reconoció que Charlot solo puede existir en la comedia muda.
En
1936, después de la Gran Depresión, Charlot se enfrentó a angustias que no son
tan distintas de las que existen actualmente: pobreza, paro, huelgas y rompehuelgas,
intolerancia política, desigualdad económica, la tiranía de la máquina y los
narcóticos. Eran problemas que habían despertado una preocupación en Chaplin
durante una gira mundial que hizo entre 1931 y 1932, donde observó como el
nacionalismo empezaba a ser aplaudido entre las masas, tras la gran depresión.
Chaplin habla de estos problemas bajo el uso de la comedia burlesca
que, junto con el documental, es el género más antiguo del cine. Basada en
numerosos gags continuados, y que busca la risa mediante lo absurdo, como
cuando imita el gesto de atornillado en su tiempo de descanso, insinuando que
el trabajo acaba siendo parte de la vida del trabajador. También crea mucha
comedia el hecho de que el personaje pueda sufrir una fuerte tragedia pero que
se salve, como en el caso de la tienda de juguetes y Chaplin con los patines,
usando la otra base del género que es la repetición (running gag). Este
género ha permitido que ante desgracias humanas se planteen discursos de
comedia, ya que hasta gracioso resulta que se viva mejor en la cárcel que en
libertad.
Charlot
se convierte en uno de los millones de seres que trabajan en fábricas de todo
el mundo, cuyo sueño es poder obtener una vivienda (símbolo de lujo) y si
obtienen alguna herencia en su familia es un reloj de bolsillo (símbolo de
pobreza). Primero se ve al protagonista como el obrero enloquecido por su
trabajo monótono, inhumano, atendiendo a una cinta transportadora al tiempo que
es utilizado como conejillo de indias para probar una máquina que servirá para
dar de comer a los obreros mientras trabajan. Máquina sin sentido alguno para
recudir el tiempo de la hora de comida, a la cual lo atan a una silla sin que
pueda usar las manos, como a un animal. Después de ese sufrimiento terminan
diciendo: “no sirve, no es práctico”. Pero ya se visiona una anticipación de
este tratamiento del ser humano como animal cuando muestra un encuadre de
ovejas y luego de trabajadores entrando a una fábrica simulando que no hay
diferencia entre ambos. Una fuerte crítica al taylorismo que se desarrolló más
fuertemente en la época gran depresión, incluyendo de forma rápida la foto de
Lincoln en su celda de la cárcel, el presidente que abolió la esclavitud y pese
a todo seguimos siendo vasallos
Se
dice que este largometraje es tan bueno ahora como en los años treinta, porque
continúa siendo una observación de la supervivencia humana en las
circunstancias industriales, económicas y sociales del siglo XXI. Pero no hay
que olvidarse de un detalle, y es que Tiempos
modernos hace continuas referencias a Metrópolis,
ya que la comedia de Chaplin es una crítica, pero el film expresionista de
Fritz Lang es una anticipación, puesto que ya hablaba de todo esto casi diez
años atrás sin estar todavía en una situación de crisis. Y que consiguió ser
clasificada como Memoria del Mundo por la Unesco.
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