Nos sitúan en el Lejano Oeste donde Frank
Ross, un comerciante de algodón, ha sido asesinado por Tom Chaney, un empleado
suyo, el cual ha huido tras dispararle. Su hija, Mattie, contrata a Rooster
Cogburn, un sheriff viejo, tuerto y alcohólico, pero con mucho valor y mejor
puntería, para que capture a Chaney y lo lleve ante la justicia. Mattie Ross
sólo tiene 14 años, pero está decidida a llegar hasta el final, y se ha
empeñado en acompañar a Cogburn en la búsqueda del criminal y no hay nadie
capaz de impedírselo. También les acompaña LaBoeuf, un ranger de Texas que
persigue al fugitivo por el asesinato de un senador. Los tres se adentrarán en
territorio salvaje de los indios y se encontrarán con todo tipo de peligros y
bandoleros.
Nos encontramos frente a un remake del
largometraje que hizo Henry Hathaway con John Wayne en 1969, que a su vez es la
adaptación de la novela escrita por CharlesPortis, todas bajo el
mismo nombre. Ambas películas son muy similares, puesto que realizan una
adaptación bastante fiel de la obra literaria, incluyendo los diálogos. Pero a
su vez tienen un eje diferenciador, puesto que la más antigua contiene aquellos
aspectos que caracterizaban a los western
de la época, como la aventura o las praderas verdes y luminosas. Pero el film
del nuevo siglo es más bien un western
crepuscular que nos recuerda mucho al director que reformuló el género, Sam Peckinpah.
Hay que tener en cuenta que los
hermanos Coen realizan un cine mucho más personal. Los protagonistas de sus
largometrajes no son simples figuras frente a la pantalla, pueden traspasar la
línea entre lo bueno y lo malo en cualquier momento, ya que no disponen de un
código ético rígido, sino que las decisiones las toman según las circunstancias
que están viviendo. Un estilo con una violencia más explícita, y tonos más
tenebrosos y oscuros, que junto con un humor negro y protagonistas que más que
antihéroes, son unos excéntricos, son los ingredientes para este fabuloso
remake, gracias a los cuales consiguió nada más que diez nominaciones a los
Oscar.
Pese a que ya nos había impresionado
películas western cuyo tema fuese la muerte y la venganza, como con Sin perdón de Clint Eastwood, este film
se arma más para criticar las grandezas que estaba consiguiendo una nueva
nación, el honor y la ética de los estadounidenses originarios y la violencia
despiadada que proyectaban contra todo aquel que consideraban su enemigo.
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