Entendido todo lo anterior, nos es más fácil la visualización de que la
ética y la moral están sufriendo cambios drásticos, ya que los valores y las
estructuras sociales se están viendo afectados por una revolución tecnológica
que comenzó en el siglo pasado y que perdura hasta el día de hoy. Este surgir
de nuevas tecnologías abarca, no solo el área informática con la creación de
nuevos sistemas de redes sociales y de comunicación, ya que la gente no quiere
escuchar, quiere ser escuchada de ahí el éxito de Facebook y de Twitter; sino
también al área genética (con cuestiones como la eutanasia o la clonación) e
incluso al área psicológica (con la programación neurolingüística).
Todo esto conlleva un crecimiento cultural indirecto que requiere una
reflexión ética ante nuevos problemas y cuestiones como es el caso de la
globalización, los nacionalismos o los fanatismos religiosos, que antes no eran
planteados porque no existían. Sobre todo la globalización, que ha sido la transformación
social más rápida y profunda de la historia del ser humano, y que goza de un
gran vacío moral, ya que puede servir para explotar los países del tercer mundo
como para extender la democracia y la justicia social. Sin embargo antes cuando
se cambiaba cualquier forma de pensar, o la política del Estado, se creaba un
nuevo código ético, pero también hay que aclarar que los cambios tardaban mucho
más tiempo de manera que apenas era perceptible para el ojo humano, y ahora por
la contra se producen más apresuradamente.
Nace así el problema de la posmodernidad[1], una crisis que, como dijo Gianni Vattimo, surge del descrecimiento, la
desconfianza y el escepticismo. Los valores e instituciones de antaño ya no
sirven para enfrentarse a estas nuevas situaciones, incluso rompemos con las
éticas modernas como la del trabajo y el ahorro. Se forma la crisis de
autoridad ya que tampoco surgen nuevas reglas que medien sobre lo bueno y lo
malo. Además, si a todo esto le sumas el abuso de los medios de información que
ahora determinan la opinión pública y el consumo, las personas se encuentran
ante un vacío y falta de referentes y criterios, y la consecuencia primera es
que ahora es aceptado el “todo vale”, que poco a poco se va acomodando en esta
nueva forma de vivir.
Gilles Lipovetsky |
Ahora lo que ha surgido es una ética que proclama el derecho individual a
la autonomía, a la felicidad y a la realización personal. Ya no hay valores,
solo se lucha contra todo aquello que pone límites a la libertad y el derecho
individual. En los años setenta surge una nueva moda que son los libros de
autoayuda, ya que, por ejemplo, actualmente uno se preocupa más por el estrés o
la depresión que por la ayuda al prójimo. Estos libros promueven el individualismo,
el amor propio y que todo lo que uno quiere hay que conseguirlo cuanto antes,
porque en la edad moderna se renunció a la existencia de Dios y a la
preocupación de las consecuencias post mortem, y ahora todo quiere obtenerse
antes de fallecer. Su consecuencia es el humanismo materialista que suprime las
esencias que antes eran consideradas superiores al ser humano, como el bien o
la verdad, para primar por encima de todo lo material, que es independiente de
la conciencia, ya que ahora ésta es una consecuencia de la materia. Esto es a
lo que el filósofo y sociólogo francés Gilles Lipovetsky denominó la era del vacío, basado en el culto a uno
mismo sin ideales ni objetivos. Afirma que esta nueva cultura del consumo trajo
como consecuencia un neohedonismo narcisista colectivo, donde ya no existe la
verdad o la mentira, puro o impuro, sino una gran gama de placeres diferentes
pero a la vez iguales. Y este nuevo hedonismo[2] fomenta el presentismo[3], donde desaparece el pasado como referente y sin tampoco cuestionarse
problemas o situaciones futuras. Ahora el hombre se vuelve más pragmático y
solo piensa o actúa según la utilidad de las cosas para conseguir lo que se
propone.
“La vida sólo puede ser
comprendida mirando para atrás y sólo puede ser vivida mirando para adelante”
Søren Aabye Kierkegaard (s.f.)
Pero todo esto fue anticipado a principios del siglo XX por Edmund Husserl,
un filósofo austríaco que proclamó la crisis del hombre; junto con una crisis
de la cultura, el saber, las ciencias. Afirma que todo es culpa del
positivismo. La ciencia positivista avanzaba por aquel entonces y cuestionaba
la posibilidad de la metafísica, y es el hombre positivista el que sufre una
crisis humanista sobre su existencia. Husserl es inconformista con la manera en
que avanza la filosofía y ciencia de su tiempo, lo que él quiere es que la
filosofía vuelva a ser una ciencia universal, como en el siglo XVIII cuando era
considerada la reina de las ciencias, y devolverle el estatus científico que
perdió en las últimas décadas del siglo XIX.
"La exclusividad con que, en la
segunda mitad del siglo XIX, la visión del mundo global del hombre moderno
admitía ser determinada por las ciencias positivas y con que se dejó deslumbrar
por la prosperity que de ahí resultaba, significó un alejarse de esos
problemas que son decisivos para una humanidad auténtica. (...) En la
miseria de nuestra vida —se oye decir— esta ciencia no tiene nada que decirnos.
Ella excluye por principio los problemas más candentes para el hombre, que en
nuestro tiempo atormentado se siente a merced del destino: los problemas del
sentido o del no-sentido de la existencia humana en su conjunto."
Husserl, E. La crisis de las
ciencias europeas y la fenomenología trascendental., (pp. 35-36) Argentina:
Prometeo
¿Pero dónde está hoy la miseria en nuestras vidas? ¿Qué es hoy la humanidad
auténtica? ¿Dónde quedan los principios morales? ¿Estamos en la era del vacío, del todo vale o aún
podemos ver un fin en todas nuestras acciones? Y sobre todo, ¿quiénes son hoy
los que nos hablan de todo esto?
[1]
Posmodernidad. f. Movimiento artístico y cultural de finales del siglo XX, caracterizado por
su oposición al racionalismo y por su culto predominante de las formas, el
individualismo y la falta de compromiso social.
[2] Hedonismo: Doctrina ética que
considera al placer
como la finalidad
o el objetivo de la vida. Los hedonistas, por lo
tanto, viven para disfrutar de los placeres, intentando evitar el dolor.
[3]
Presentismo: Es una corriente filosófica que afirma que el pasado y el
futuro no forman parte de la realidad, ya que lo único que existe es el presente, y el
resto son construcciones lógicas desarrolladas por el ser humano.