3. PRINCIPIOS SOBRE EL BIEN Y EL MAL


Se podría determinar el comienzo de la filosofía, y por tanto de la ética, en el siglo VI a. C. en Mileto o Asia Menor (Grecia), cuando surge el pensamiento racional con el paso del mito al logos. Los mitos griegos son un conjunto de narraciones acerca del mundo, de los hombres y de los dioses, así como de la sociedad, que pretende ser una explicación total de la realidad. Y el logos es la explicación racional que solamente es posible cuando las cosas suceden cuándo y cómo tienen que ocurrir. Y fueron los primeros filósofos los que se empezaron a cuestionar las definiciones de estos mitos, empezando a buscar las causas naturales de los acontecimientos mitológicos. Son los primeros en preguntarse qué sentido tiene todo, qué pensamiento es el acertado y cómo podemos explicar la realidad. Surge como consecuencia de esta nueva reflexión la moral. Es de error común que los términos ética y moral se usen como sinónimos, pero la ética es una disciplina filosófica completamente teórica que hace reflexión sobre la moral y las obligaciones del ser humano. Y la moral es la práctica que resulta de sus acciones o caracteres, desde el punto de vista de la bondad o maldad.

Escultura de Homero
Se suele decir entonces que la ética occidental nace en Grecia con poemas homéricos como la Ilíada y la Odisea, obras literarias que presentan un nuevo mundo moral que se basa en lo bueno, la virtud (areté) y lo mejor (aristós). Por lo tanto la ética es una rama de la filosofía que se ocupa del estudio racional de la moral, la virtud, el deber, la felicidad y el buen vivir. Y la moral son las reglas o normas por las que se rige el comportamiento o la conducta de un ser humano en relación a la sociedad, lo que comúnmente denominamos normas sociales.

Habitualmente se considera a Sócrates el creador de la ética occidental porque, mientras otros filósofos se encargaban de explicar el origen del universo (physis), él se centraba en el estudio del ser humano y la sociedad, formulando las cuestiones fundamentales de la ética y propuso métodos y actitudes para resolverlas. 

“Sócrates fue el primero que hizo bajar a la filosofía del cielo, y la hizo residir en las ciudades, y la introdujo hasta en las casas, y la forzó a preguntar por la vida y las costumbres y por las cosas buenas y malas.”

Cicerón, M. T (45 a. C.). Libro Quinto: que la virtud está contenta consigo misma para la vida feliz, Cuestiones Tusculanas.

Haciendo un repaso por las distintas éticas de autores filosóficos nos encontramos primeramente que, partiendo del dualismo de que todo ser humano se divide en cuerpo y alma, Sócrates desarrolla el intelectualismo moral, una teoría según la cual el que hace el mal no es malo sino ignorante y, como consecuencia, para hacer el bien hay que estar educado.

En esta misma línea mantendrá toda su teoría ética Platón y será su discípulo Aristóteles, que cambia este pensamiento. La ética, para él, es una ciencia práctica, no teórica, ya que establece normas para orientar el comportamiento humano, y se interesa más por la práctica moral que por el conocimiento. En su conducta el ser humano tiende cara ciertos fines que considera útiles o buenos para su propia realización, y todos esos fines deben existir en función de un fin último o supremo que es la felicidad. Aristóteles dice que la felicidad no es algo único, sino que consiste en distintos tipos de virtud. Hay dos maneras de actuar virtuosamente, por un lado están las éticas y por otro las dianoéticas. Las virtudes éticas corresponden al alma sensible, responsable de los deseos y pasiones, y que se basan en establecer un término medio, destacando la justicia que se encuentra entre la libertad y la insensibilidad. Para adquirir estas virtudes hay que ejercerlas para que se establezcan como hábitos. Y las virtudes dianoéticas son propias del alma racional. La parte teórica del alma racional correspondería a la virtud de la sabiduría, que es el hábito que permite saber lo que es bueno y malo. Y la parte práctica corresponde a la prudencia que determina racionalmente las conductas que conducen a los fines. Establecería los medios adecuados para lograr los fines establecidos por la sabiduría.

René Descartes
Poco más podemos decir de la filosofía medieval porque estuvo centrada en dios y en la moral católica, poco interesante para el desarrollo de este trabajo. Vayamos ahora por tanto con la modernidad. Descartes desenvuelve, dentro del Discurso del método un programa personal de moral, que él mismo llama provisional. Este programa consta de tres máximas que conducen a vivir una vida moderada. La primera exige respeto a las leyes y las costumbres de los países, así como a la práctica de la religión en la que lo educaron. Como segunda establece que hay que actuar de manera decidida una vez que tomaba la determinación de hacerlo. Y por último, ordena practicar el control de los propios deseos antes de tratar de imponérselos a los demás. Encontramos en su pensamiento ético una tendencia intelectualista, ya que considera que, si vemos claramente que algo es malo, nos es imposible realizarlo, y que el pecado radica en la ignorancia, como dijo Sócrates en su día. Descartes también considera que la felicidad es el fin de la vida humana que depende de nuestra propia virtud y sabiduría, entendiéndola como la satisfacción o tranquilidad espiritual.

Aquí entra en conflicto David Hume que considera que la razón no es el fundamento de la moralidad, sino que el bien y el mal están relacionados con el sentimiento, a lo que denomina emotivismo moral. Este filósofo afirma que actuamos según algo nos agrada o no, mientras que la razón sólo se ocupa de lo verdadero y lo falso. Por ejemplo, el matar a alguien es inmoral porque provoca en nosotros un rechazo emocional. Aquí la moral es un tipo de saber distinto y sus enunciados son de índole valorativa y la razón no es causa de moralidad porque no conduce a la acción, la cual es movida por preferir algo, no por conocerlo (que sería la actitud de la razón). Solo las pasiones generan acciones y solo ellas las pueden impedir. Además los sentimientos que fundamentan la moral son los que tienen en cuenta la humanidad y no solo al individuo. Lo bueno es lo que es útil y beneficioso para la consecución de una vida plena.

Una vez entendido que la ética es una ciencia que estudia lo bueno y lo mano de la conducta humana, encontramos la ética descriptiva y la normativa. La descriptiva se encarga de, como bien dice la palabra, describir los comportamientos y costumbres de la vida moral para poder explicarlos, poniendo en relieve lo que la mayoría de la gente considera correcto e incorrecto. No se encarga de establecer cuál debe ser la actitud moralmente buena, sino que se limita a constatar el hecho existente y describirlo de manera detallada. Esta rama de la ética concluye que el comportamiento del ser humano es producto de la sociabilización, que moldea y determina las normas, principios y valores por los que nos regimos. Por otro lado, la función de la ética normativa es completamente distinta. Ésta estudia lo que deberíamos considerar bueno o malo y cómo debería actuar, dejando a un lado los prejuicios; pero no dice lo que se debe hacer sino que justifica el por qué debe ser así. Su objetivo es la formación y elaboración de las normas sociales, clasificando las acciones humanas en adecuadas o inadecuadas, para poder definir últimamente el bien moral.

Este bien moral puede determinarse gracias la intención de la persona, a sus rasgos y virtudes, y sobre todo a sus consecuencias.

El consecuencialismo es lo que más preocupa, porque se trata de una postura que se basa en que el fin justifica los medio. Esta teoría se rige en que dependiendo de las consecuencias de los actos humanos se define la moralidad de los mismos, negando que exista alguna diferencia entre las consecuencias buscadas o deseadas y las que son meramente previsibles. Su regla fundamental es que una conducta es buena o mala según si su resultado es bueno o malo, solo tiene en cuenta las intenciones y no la acción misma, una moral completamente utilitarista. Y al final no hay manera de valorar la moralidad, porque se desconoce cuánto tiempo ha de pasar para evaluar el acto como moral. Hoy en día el consecuencialismo se explica de la siguiente manera:

“Afirma que el acto correcto en cualquier situación dada es aquel que producirá el mejor resultado posible en su conjunto, juzgándolo desde una perspectiva impersonal que da igual peso al interés de todos.”

Scheffler, S. (1988). Consequentialism and its Critics, Reino Unido: OUP Oxford.

Para cumplir su cometido, la ética se enfrenta a las tareas de tratar de aclarar en qué consiste la moral, intentar fundamentar por qué hay moral y tratar de aplicarse para orientar las acciones en los distintos ámbitos de la vida personal y social.

La filosofía moral es el intento de alcanzar un entendimiento de cómo debemos vivir y por qué. El término moral procede del vocablo latino mos que significa costumbre, y no se trata de una doctrina concreta ni de un conjunto de normas, sino de una dimensión de las personas y de las sociedades que surgen en ambas cuando perciben que hay una forma de vida, unos ideales más típicos de los seres humanos que otros. Las personas nacen con una índole, unos sentimientos y un carácter que se nos atribuye de manera natural y social, pero esto no quita que podamos adquirir un nuevo carácter. Ya lo decían Zubiri y Aranguren, unas características nos las otorga la naturaleza y otras las tenemos por apropiación. De ahí que moral signifique costumbre, porque cuando nos apropiamos de ciertas propiedades que van moldeando nuestra forma de ser, se acaban convirtiendo en costumbres para nosotros.

Al dar razón de esa dimensión y al buscar los fundamentos de la moral, nos daremos cuenta de que vivir moralmente consiste en ser persona en el más pleno sentido de la palabra.

Para ser persona es preciso educar tres aspectos: Forjarse un buen carácter, agudizar ese sentido para las cuestiones morales al que se dio el nombre de conciencia y adquirir criterios morales, sabiduría práctica. Estos tres aspectos componen la estructura moral del ser humano.

Tras esto, podríamos pensar que, al igual que existe la moralidad, una persona podría ser amoral. El amoralismo fue planteado en el siglo XIX por los alemanes Stirner y Nietzsche que explica que un ser actúa automáticamente sin control sobre sus actos, ni tampoco responde ante ellos. El problema es que, como seres racionales, inevitablemente cuando actuamos nos imaginamos distintas posibilidades de proceder y, justificando la elección, debemos escoger una. Según las normas establecidas, una persona puede comportarse de manera moral o inmoral, haciendo uso de su conciencia.

Lawrence Kohlberg
Conciencia, en general, significa capacidad de darse cuenta de algo. La conciencia moral, en concreto, es la capacidad de percatarse de que algunas formas de vida, valores o principios son más humanizados, moralmente mayores, que otros; es, pues, en primer lugar la capacidad de captar los principios por los que distinguimos entre moralmente bueno y lo malo. Algún psicólogos, como Jean Piaget y Lawrence Kohlberg, interpretaron la conciencia moral como la capacidad de formular juicios sobre lo justo y lo injusto. La estructura universal de  los juicios morales, según Kohlberg, se desenvuelven a través de unas etapas, que siguen una secuencia idéntica en personas de diversas culturas, y se ordenan en tres niveles: preconvencional, convencional y postconvencional.

La convención es el acuerdo social, y en el primer nivel no le afecta al individuo, no actúan influidos por los demás sino por algo aún más simple, que es su propia supervivencia. En este nivel (al igual que en el resto) encontramos dos estadios. En el primero la persona actúa por temor al castigo. Las cosas son buenas o malas dependiendo sólo de si le castigarán o no por hacerlas. Mientras que en el segundo, no actúan teniendo en cuenta las necesidades de los demás, sino sólo las suyas propias, por tanto, una acción o valor es bueno si le beneficia a él y malo si no le aporta nada.

El nivel convencional es el mundo que marca la sociedad a la que pertenecemos, con unas pautas sobre lo que considera bueno o malo. El estadio tres (que se encuentra en este nivel) de la persona es cuando actúa en función de que existen muchas personas que le rodean que esperan determinados comportamientos de él. Y en el estadio cuatro se mueve desde el punto de vista de la sociedad en general y no sólo de las personas más cercanas. Así empieza a considerar bueno cumplir los deberes que se estiman convenientes.

Y en el último nivel, las personas han superado ya la fase de la sanción social y sólo les preocupan los valores superiores, pudiendo ir en contra de cualquier situación injusta aunque en esa sociedad se tolere. En el estadio cinco, la ley para estas personas es lo más importante porque cree que ellas nos protegen a todos y son necesarias para poder vivir con calidad humana. Mientras que en el estadio último (el seis), algunas personas llegan a plantearse que deben guiarse por principios éticos universales, aquellos que toda la humanidad aceptaría para vivir bien. En la base está el reconocimiento de la dignidad de todos los seres humanos. 

Cuando alcanzamos cierta edad y madurez, nos damos cuenta de que los contenidos morales, es decir, los valores, normas y costumbres, cambian según las épocas, las culturas y los grupos, de forma que parece imposible encontrar valores comunes.  Por ejemplo, en la Edad Antigua la esclavitud no se consideraba inmoral porque estaba muy arraigada en las costumbres de la sociedad de aquel tiempo. Pero no es descabellado reflexionar sobre ello pensando que la esclavitud es injusta y no debería de haber existido nunca, y lo defendemos diciendo que toda persona es libre y es poseedora de una dignidad. Con esto demostramos que hay cuestiones morales que no solo vale para mí, sino también para cualquier ser humano. La cuestión de todo esto es, entonces ¿puede ser la moral algo subjetivo, o existen un conjunto de valores morales que valen igual para todos?

Encontramos aquí dos posiciones. Por un lado el absolutismo afirma que la moralidad depende de principios universales, y en comparación encontramos el relativismo moral que afirma que todo conocimiento o principio moral depende de las opiniones o circunstancias de las personas, y como éstas se encuentran en continuo cambio, y como el conocimiento no es independiente de opiniones o situaciones, no puede ser objetivo o universal, ni es transferible en el tiempo. Por lo que los principios de lo justo y lo bueno solo son válidos para un grupo determinado y no para todos en general, es decir, lo bueno y lo malo es siempre relativo. Esta creencia es consecuencia del individualismo[1] o subjetivismo[2].

“Sobre lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo sostengo con toda firmeza que, por naturaleza, no hay nada que lo sea esencialmente, sino que es el parecer de la colectividad el que se hace verdadero cuando se formula y durante todo el tiempo que dura ese parecer.”

Protágoras (s.f.)

El relativismo surgió en Grecia con los sofistas del siglo V a. C., especialmente con Protágoras, cuando estos pensadores comprobaron en los discursos públicos la diversidad de puntos de vista y el hecho de que cada uno de ellos pudiese defenderse con argumentos aparentemente convincentes, sin poder encontrar un criterio para resolver las disputas. Así, pues, para los sofistas, la areté o virtud moral es inapelablemente un punto de vista subjetivo y son los individuos o los grupos humanos los que, según las circunstancias y según su conveniencia, determinan lo que está "bien" y lo que esta "mal".


Immanuel Kant
Pero para entender la situación de la ética y moral en nuestro tiempo, debemos entender los escritos del filósofo más influyente del pensamiento moderno. Kant fue un prusiano  precursor del idealismo alemán en la época de la Ilustración, y cuya filosofía se conoce como criticismo, porque sus obras llevan la palabra “crítica” en sus títulos. El movimiento kantiano desarrolla las ideas fundamentales del movimiento ilustrado y comienza ocupándose de la ciencia para acabar centrándose en cuestiones de moral, política y sociedad.

Su obra puede dividirse en tres periodos:

1.     Pre-crítico, donde está influido por la metafísica tradicional interesado por la obra de Newton y escribe Historia natural y Filosofía del cielo.
2.     Periodo crítico, donde escribe sus obras más importantes. Su filosofía cambia de rumbo tras conocer la obra de Hume, quien según sus propias palabras “le despertó de su sueño dogmático”, porque hasta esa fecha se trataba de una filosofía tradicional. Aquí escribe Crítica de la Razón Pura, Crítica de la Razón Práctica y la Crítica del Juicio.
3.     Y por último el Post-crítico, en donde Kant se preocupa de reflexionar acerca de la historia y las cuestiones políticas reflejadas en sus obras La metafísica de las costumbres y La paz perpetua.


La cuestión aquí se centrará en su periodo segundo, donde este filósofo diferencia dos funciones dentro de la Razón humana, por un lado se encuentra la Razón teórica que se ocupa de conocer las cosas. Kant explica en la Crítica de la Razón Pura cómo las personas conocen los hechos y hasta dónde podemos conocer los objetos. La otra función es la Razón Práctica que se ocupa de determinar cuáles son los principios que han de determinar la conducta humana para que ésta pueda ser racional y, por lo tanto, moral, y Kant lo explica en la Crítica de la Razón Práctica.

La ética kantiana representa una auténtica novedad en la historia de la ética porque hasta este momento, las teorías éticas habían sido materiales, mientras que la ética de Kant es formal. La ética material es aquella según la cual la bondad o maldad de la conducta humana depende de algo muy concreto que se considera como un bien supremo para el ser humano. Los actos serán buenos cuando nos acerquen a la consecuencia de tal bien supremo, y malos cuando nos alejen. Toda ética material parte de que hay bienes o cosas buenas para el hombre y establece unas normas o mandatos encaminados a alcanzarlos. Las éticas materiales son, de este modo, éticas con contenidos determinados que nos muestran claramente qué es el bien y qué debemos hacer para conseguirlo.

Kant rechaza este tipo de éticas porque son empíricas, solo puede conocerse a través de numerosas experiencias que acaban generalizando los mandatos que se establecen. Y para el filósofo alemán la experiencia nunca puede proporcionar leyes o principios universalmente válidos. También dice que los mandatos de las éticas materiales son hipotéticos o condicionales, ya que si alguien, por ejemplo, te dice que no fumes si quieres vivir más años, el que recibe el consejo siempre puede deducir que él no desea tener una vida larga, por lo que la validez del mandato quedaría reducida solo a aquellas personas que sí la desean. Otra razón de su rechazo es que las éticas materiales son todas heterónomas, que es lo contrario de autónomas, y si la autonomía consiste en que el sujeto se dé a sí mismo la ley de comportamiento, la heteronomía consiste en recibir esa ley desde fuera de la propia Razón.

Por otro lado, una ética formal es una ética vacía de contenidos, ya que no establece ningún bien o fin que haya de ser conseguido y no nos dice lo que hemos de hacer sino cómo debemos actuar, la forma en que hemos de obrar siempre para obrar moralmente. Porque cuando uno actúa de esta manera lo hace por deber, y el deber es el sometimiento a una ley, no por utilidad ni por satisfacción, sino por respecto a la misma.

Dentro de la obra de Kant, la exigencia de obrar moralmente no es un imperativo hipotético como los mandatos de las éticas materiales, sino categórico, que posee un valor absoluto. Y para él el imperativo categórico es la ley básica de su ética formal, y formula lo siguiente:

“Obra de tal manera que lo que hagas se pueda convertir en ley universal.”

“Obra de tal manera que nunca uses a otro ser humano como medio sino como un fin en sí mismo.”

Kant, I. (1785). Capítulo segundo: Tránsito de la filosofía moral popular a la metafísica de las costumbres. Fundamentación de la metafísica de las costumbres (pp. 21)

En estas formulaciones no se expresa ninguna norma concreta, por lo que el contenido concreto de las mismas lo decide libremente, y de manera racional, cada individuo.

Pero Kant evita hablar sobre lo bueno y lo malo, aunque defiende que existe lo bueno incondicionado como la buena voluntad.

“La buena voluntad no es buena por lo que se efectúe o realice, no es buena por su adecuación para alcanzar algún fin que nos hayamos propuesto, es buena solo por el querer, es decir, es buena en sí misma.”

Kant I. (1785). Capítulo primero. Tránsito del conocimiento moral vulgar de la razón al conocimiento filosófico, Fundamentación de la metafísica de las costumbres (pp. 8)

Tal como hemos visto aquí parece muy sencillo entender como nosotros mismos podemos construir nuestra propia filosofía moral. Sin embargo esto se complica enormemente con la desaparición moral en el giro postmoderno del pensamiento del siglo XX.



[1] El individualismo se opone a toda concepción colectivista o societaria de la realidad humana, al considerar que aceptar el predominio y la determinación de lo social sobre lo individual significaría poner en cuestión la libertad del individuo, relegándole al papel de mera pieza de un mecanismo.

[2] El subjetivismo es la postura filosófica que toma como factor primario para toda verdad y moralidad a la individualidad psíquica y material del sujeto particular, siempre variable e imposible de trascender hacia una verdad absoluta y universal.





 

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I am graduated in Audiovisual Communication at the The Pontifical University of Salamanca (UPSA). I came to Barcelona a year ago to study the Master about direction of photography in the School of Cinema and Audiovisual of Catalonia (ESCAC). After I finished it in May 2015, I am working in some audiovisual jobs as a assistant camera, digital imaging technician and lighting technician in Barcelona, where I decided to settle down for a while.