Para entender por qué triunfan los personajes en las
series de entretenimiento ficcionales debemos comprender cómo se escribe un
personaje, de donde sale la idea, etc.
En el siglo IV a. C. Aristóteles escribió la Poética, una reflexión estética a través
de la caracterización y descripción de la tragedia, su definición y
caracterización. Y ya por aquel entonces existían dos tendencias simultáneas
sobre el concepto de personaje. Por un lado se considera que éste debe estar
supeditado a la acción y cuya única función es la transmisión de un mensaje.
Podemos pensar que este movimiento estructural, que fue iniciado por el ya
mencionado filósofo, desapareció con la aparición del Renacimiento, cuando los
personajes (como El Lazarillo de Tormes)
se convertían en el eje central de la acción, pero en realidad sigue existiendo
hoy en día. Por ejemplo, si pensamos en un personaje que aparece dentro de un
género cinematográfico, como el cine negro, vemos que los gangsters deben
cumplir una estética y una personalidad para estar justificado en la historia,
ya con esto se demuestra que el personaje está condicionado al discurso de la
obra audiovisual.
Y el otro
concepto, que se basa en un protagonismo más importante del personaje, fue
seguido por autores literarios del realismo del siglo XIX. Empezando por
Forster, quien definió las diferencias entre un personaje plano y otro redondo.
Al personaje plano se le reconoce fácilmente, primero porque el lector no suele
acordarse de sus nombres ya que no necesitan ser introducidos ni realizan una
evolución o cambian por las circunstancias que les rodean, no se realiza ningún
debate sobre sus intenciones ni lo que quieren realmente puesto que ya disponen de un
espacio característico determinado y no se le permite salir de él. Y mediante
una asociación lógica sacamos la definición de personaje redondo, al cual de afectan ciertas circunstancias a lo largo de la historia que le iran transformando. Son complejos e inestable, con gran variedad de rasgos que
le otorgan una psicología y personalidad propia, y solo ellos pueden desempeñar
papeles trágicos. Pero una buena novela no debe prescindir de ninguno de
ellos, sino más bien incorporarlos de forma ecuánime.
No obstante, se
podía definir una tercera vía que considera al personaje como la unidad de
acción y psicológica, uniendo así los dos conceptos definidos anteriormente. Y
será este método el más utilizado por los guionistas hoy en día, como un
personaje entendido como elemento de la acción pero también construyéndolo como
si se tratase de un ente con psicología propia.
Centrándonos más
en el personaje cinematográfico, hay que recordar que sus orígenes se basan
en la literatura realista desarrollada en la segunda mitad del siglo XIX (lo
que definimos en el segundo concepto), y esa es la referencia que cualquier
manual de guión dice que hay que seguir para construirlo.
Siguiendo las
pautas establecidas, primeramente hay que acoplar la historia a los personajes
y viceversa, realizando una fuerte distinción entre cada uno de los
protagonistas para no caer en el tópico de confundirlos. Deben estar
contrastados entre ellos y sus cualidades deben ser completamente diferentes,
como en el caso de Lost que constó de 28
personajes principales a lo largo de seis temporadas con gran heterogeneidad.
Pero hay que
tener en cuenta que lo más importante para que un protagonista
triunfe es, en cierta manera, que el espectador empatice con él para así
sentirnos parte de la acción, y cuando el personaje muera o la serie
termine quede recordado como si se hubiese tratado de una persona real. Para poder llegar hasta aquí
tenemos que tener claro que nuestro protagonista siempre va a ser un personaje
redondo, lleno de ambigüedad y dudas, inestable y contradictorio para que el
espectador pueda especular sobre posibles acciones futuras que pueda realizar.
Linda Seger dice
en su libro Cómo convertir un buen guión en un guión excelente
que un personaje bien definido se transforma y se desarrolla en todo momento.
También llama la atención a no caer en el estereotipo, ya que los personajes
deben de ser coherentes, aunque sean poseedores de una personalidad predecible,
y esto puede desembocar en caer en el error de definir a un personaje con
las típicas características. Aconseja que se coja las cualidades ilógicas de la
vida humana y las elevemos de nivel, así gozará de suficiente interés para el
espectador. Tomemos como
ejemplo Escarlata O’Hara en Lo que el viento se llevó. En principio
nos puede parecer un personaje plano, una chica caprichosa, sureña, coqueta,
débil, etc., que sin embargo, vemos crecer ante una difícil situación de guerra
civil y que es capaz de llevar adelante la casa de Tara. Simultáneamente, veremos cómo se casa un par de veces mientras ama secretamente a Ashley, el marido de
la buena Melita, a quien ayudará en todo momento a pesar de ser su rival.
Esto quiere
decir que deben tener cierto dinamismo, ya que si van a reflejar al ser humano,
nosotros cambiamos y evolucionamos según las circunstacnias que nos van sucediendo, y los
personajes de ficción deben hacer lo mismo, ya que no aparecen de manera
aislada, sino dentro de un contexto (una cultura, un lugar, una época) que les
afecta. Porque, al fin y al cabo, un guionista crea un personaje a partir de la
observación y de su propia experiencia. Es cierto que muchos guionistas
se acercan solo con una libreta a una cafetería, se sientan en una mesa y según las
personas que ven a su alrededor se imaginan cómo serán sus vidas o qué les
habrá llevado a aquel lugar. Normalmente usan a personas que conocen y
que les rodean, incluso en sus propias anécdotas, para escribir una buena
historia.
Seguidamente hay
que distinguir entre los personajes que desde un primer lugar deciden no
respetar las normas dictadas por la sociedad -como sería el caso de T-Bag (Prison Break), hombre condenado a
cadena perpetua por violación de niños y homicidio- y los que, por
circunstancias biográficas, han desarrollado ese carácter malvado. Con la
mayoría de los villanos nos explican qué trasfondo hay en su vida que le llevó
a desarrollar esa personalidad y así poder empatizar con ellos, como el trauma
infantil de Dexter, la muerte del hijo de Abu Nassir (Homeland) o el cáncer de Walter White (Breaking bad).
“Al escribir
descripciones que vayan a ser interpretadas, es importante que sean lo
suficientemente generales como para que varios actores puedan representar el
papel, y lo suficientemente específicas como para que se cree un personaje bien
definido. Una descripción que evoca otras cualidades y asociaciones puede
cautivar la imaginación del actor y convencerle de que se trata de un personaje
que vale la pena interpretar.”
Seger, L. (2000). Cómo
caracterizar a un personaje: coherencias y paradojas, Cómo crear personajes
inolvidables (pp. 38).
Barcelona: Paidós.
La descripción
de los personajes debe incluir la fisiología (su aspecto físico), la sociología
(su clase social, profesión, cultura, educación, etc.) y su psicología (lo que
define su carácter), que es lo que realmente nos sirve de ayuda para entender
su comportamiento. Pese a que en el largometraje, serie o cualquier otro
formato audiovisual, solo aparezca un momento de la vida del personaje, se debe
disponer de todos estos aspectos claros desde su propio nacimiento, pues
determinan su estado actual. Según Serger hay ciertos aspectos que deben
cuidarse mucho a la hora de presentar a un personaje, que son: su pasado oculto
(Freud ya había descubierto que lo acontecido en el pasado influye en el
presente), el inconsciente (abarca los recuerdos y las experiencias reprimidas
que pueden influir en nuestro carácter sin darnos cuenta), el carácter o
personalidad (lo que te hace único) y la evolución a una posible psicología
anormal.
Carl Gustav Jung
(amigo de Sigmund Freud) fue un médico psiquiatra,
psicólogo
y ensayista suizo que desarrolló
la psicología
analítica o de los
complejos. En su estudio del comportamiento humano, Jung escribió las teorías
de la personalidad, nombrando por primera vez que una persona puede ser
introvertida o extrovertida. Define que las personas introvertidas prefieren su
mundo interior de pensamientos y sueños, mientras que alguien extrovertido
prefiere el mundo exterior de las cosas y las personas. Dividió estos
caracteres en cuatro tipos, que cómo serían en definitiva si acabasen
desarrollando una psicología anormal.
Por un lado tenemos sensitivos, para Jung algo irracional, que se
dedican a observar y escuchar y a comprender el mundo a través de los sentidos.
Luego encontramos a las personas del pensamiento que, al contrario que los de
sensaciones, toman decisiones en base a juicios que realizan de manera
racional. El tercer carácter es la intuición, completamente irracional, que
según la percepción inconsciente de posibilidades que obtenga, se toma un
camino u otro. Y por último los sentimentales, según Jung racionales, son
amables y afectuosos que responden de manera emocional a las cuestiones que
surgen en su camino.
Las personas introvertidas pueden desarrollar personalidades
depresivas, esquizofrénicas o neuróticas, mientras que los extrovertidos pueden
convertirse en maníacos, paranoicos o incluso psicópatas.
Toda persona posee alguna de las personalidades proclamadas por Jung, y pese a que solo se desarrolla una o dos, la meta del ser humano es llegar a obtener las cuatro.
La profesora de
Literatura de la Universidad de Lleida Isabel Santaularia escribió un libro en el que analiza más
de 200 asesinos en serie en las series de ficción y declaró que el éxito de
este tipo de personajes es una distracción para el hombre de a pie que le
permite relajarse del estrés que implica ser buena persona. Y que aunque nos
resulten seres despreciables y manipuladores, no podemos evitar sentirnos
atraídos por ellos porque no responden ante ninguna regla moral social.
Al final, estos
villanos son el reflejo de nuestra propia sociedad que casi siempre suelen ser
vencidos, realzando que en realidad nuestro orden moral social es completamente
correcto, pero si esto es así, entonces ¿por qué surgen?.
Los malvados han
evolucionado, ahora son mucho más violentos. Hay quien sostiene que se debe a
la libertad que disponen ahora los medios audiovisuales para escenificar o
proyectar imágenes violentas que antes no se permitía, y que Jack “el destripador”
daba igual de miedo sin llegar a ser explícito. Pero también hay quien sostiene
que es la sociedad la que se ha vuelto más violenta y que los personajes de
ficción evolucionan con ella, y no una moda como se creía (como la existida
en la gran pantalla de zombies,
ciencia ficción, e incluso bélicas).
"En los
años cincuenta los personajes de las películas de miedo eran monstruos como
Drácula, pero hoy en día el asesino en serie es uno de los principales
protagonistas de ficción, un personaje que además se basa en muchos casos en
asesinos en serie que han existido en la vida real"
Lo que sí se
puede reflejar es que, a diferencia de antes, estos villanos han dejado de ser
totalmente malos, porque ahora nos muestran y explican cómo han llegado a
desarrollar esa personalidad y así poder comprenderlo. Norman en Bates Motel nos da pena, porque vemos
que su madre le consume. Hay que mencionar también que los formatos
audiovisuales juegan con ventaja frente a los libros, por ejemplo, a la hora de
que el público empatice con sus protagonistas. Se ha demostrado que los
recursos técnicos, como planos de cámara o la música de acompañamiento, así
como la caracterización y la visualización ayudan a que recursos técnicos y
artísticos aumentan lel acercamiento al personaje.
Finalmente
debemos comprender que los medios de información siempre han creado personajes
que conformaban el imaginario colectivo, por eso no podemos sorprendernos al
ver psicópatas en las ficciones que seguimos. ¿Acaso no hay asesinos en serie en
la vida real? ¿Nadie se imaginó nunca cómo sería matar a otra persona? ¿Por eso
entendemos o defendemos personajes psicológicamente malvados porque sentimos
que nosotros podríamos ser de la misma manera? ¿Cuál es el límite? ¿Qué dice
nuestra ética sobre todo esto?